Trenes de Hojalata
COLECCIONISTAS Y MAQUETEROS.
COLECCIONISTAS Y MAQUETEROS
TOMAS GUIRADO. Una aficiòn como otra cualquiera.
Nacimiento de una afición.
Procedo de una familia humilde que pese a ello siempre, por la
época de los fabulosos Reyes Magos, procuraba atender mi afición
por el tren regalándome trenes de juguete, naturalmente. Mi
infancia transcurrió, en Madrid, entre los años cincuenta y
principio de los sesenta del pasado siglo, lo que explica, a mi
entender, la afición que tengo a los trenes, mejor dicho: al
ferrocarril, en general, y a coleccionar todo aquello que lo
representa, en particular; tal como ocurre con los maravillosos
trenes eléctricos, cualesquiera que sea su escala que represente
el mundo real. Concretamente, en mi caso, con preferencia al
mundo ferroviario de RENFE, algo lógico siendo español ¿no?,
puesto que en los años de mi infancia era difícil viajar fuera
de España y conocer, por ejemplo, los mágicos trenes de los
Estados Unidos que veía en películas y que me causaban
una impresión similar a la que me produciría ver trenes en la
Luna. Un mundo aparte, que duda cabe.
Otro enamorado de los ferrocarriles era mi padre, quizá otro
ferroviario frustrado, como yo mismo, me regaló mi primer tren
de hojalata en un tamaño similar a
lo que luego sería la escala “S”, cuando tenía yo unos tres
años. No tenía resorte, se llevaba con la mano, pero sí unas
vías color marrón litografiado con las traviesas pintadas. Una
maravilla, con la que se inicio una afición: el tren; siempre he
deseado tener trenes a ser posible eléctricos, porque en los
años de mi infancia, como la de la mayoría de los niños que
nacieron en la década de los años cincuenta, se quería o se
deseaba tener dos juguetes sobre todas las cosas: una bicicleta
--sueño imposible en la mayoría de los casos— y un tren
eléctrico. Jugar al fútbol, a la bolas (canicas) como se decía
en mi barrio, a los vaqueros con esas pistolas a las que se
ponían unas tiras de fósforo y al percutir se producía un
fogonazo, o mejor aún, jugar a los indios y vaqueros con sus
soldaditos de goma; indios espléndidamente pintados a mano; el
fuerte: que no faltase Fort Apache, que si no eso no era nada
que mereciera la pena. ¡Qué tiempos! Pese a todo es difícil no
conmoverse ante la Mikado de la ilustración, actualmente en el
Museo de Delicias (Madrid, enero de 2011), en estado de marcha,
en cabeza del tren de la fresa, aunque necesita un repaso, su
estado de conservación no es precisamente óptimo.
Mi primer tren en escala 0 me lo regalaron por mi
cumpleaños, mis padres. Tenía un óvalo de vías de hojalata, una
máquina y dos coches de viajeros y, por supuesto, era de cuerda.
Creo que era de la marca RICO, ya que años después lo he visto
en una exposición dedicada a estos juguetes con los que quizá te
podías cortar o envenenar si chupabas la pintura, pero que lejos
de eso, proporcionaban ratos magníficos de entretenimiento. En
aquellos años nadie se preocupaba porque los niños o niñas
pusieran en peligro la salud o integridad jugando con los
juguetes de entonces. Nadie. Hoy en día… ¡quién lo diría! Casi
no pueden ni mirar la caja de cartón o plástico no sea que les
pase algo; un exceso de protección que olvida otro peligros.
Pero ese no es el tema.
Tenía siete años cumplidos el año anterior, hablo de los Reyes Magos del año 1959, --pese a la edad lo recuerdo muy bien porque era el primer año que pasaba en esa casa ya que nos habíamos mudado en 1958--,cuando una fría mañana del mes de enero, me llevé la primera sorpresa de mi vida; fue algo tremendo. Allí estaba, era mío y además tenía una estación de tren enorme, con luz y dos torretas altísimas en aluminio, con su escalerita redonda, iguales a las que tenía la antigüa Estación de Atocha que el señor Moneo por encargo de “alguien” que odiaba los trenes, se cargó. Esa estación la hizo mi padre íntegramente con madera, cartón, metal, plexiglás y otros artilugios. Pena que no tenga fotografía alguna de esa obra tan majestuosa.
También tenía una estación de servicios para coches de la marca RICO, (ver fotografía) completando el fabuloso circuito que estaba en esa habitación, de lado a lado; habían quitado mis padres hasta los muebles para dejar sitio, ¡era mío! Se trataba de un fabuloso tren PAYA con una locomotora Santa Fe, tres coches de viajeros sencillamente irrepetibles; se completaba con dos vagones de mercancías, que no venía con la caja sino que lo buscaría mi padre por alguna juguetería o en el Rastro de Madrid, dada su antigüedad y que era visible que estaba usado; uno era la pieza más deslumbrante y perfecta que había visto hasta entonces, hablo de la grúa de MANAMO, en madera y con un chasis de metal, traía hasta un muñequito vestido con tela; el otro, era un bordes bajos del que ignoro la marca, también construido en madera y con chasis y ruedas metálicos.
Esta fotografía corresponde a una pieza igual a la que tuve,
sólo cambia el color, que está expuesta en el Museo de Delicias
(colección Johnny Hassan), ofrece una idea de la importancia de
la pieza. Este tren de la marca PAYA, con la locomotora más
grande que yo jamás había visto y menos tenido, lleno mi primera
infancia de sueños ferroviarios. La pena es que uno o dos años
después, la locomotora se averió no sé bien por qué y mi padre
se llevó todo el tren con la excusa de su reparación.
Lo cierto es que no lo volví a ver en la vida. Me quedé con la estación y el garaje y con la eterna pregunta ¿papá cuándo vas a traer el tren? Obviamente, no tengo ninguna fotografía de aquel tren, pero por las fotografías de piezas recientes y para quien no lo conozca, se podrá hacer cualquier persona una idea de lo que significó para mí en aquel entonces.
En esta imagen se aprecia mejor el vagón grúa de la marca Manamo, fabricado en los primeros años 50, en Barcelona, igual al que tuve, cambiando el color, puesto que el mío era gris.
No podría con aquella locomotora, por su peso, ni me cabía en las manos, pero durante muchos días me resistí a levantar el óvalo de vías que estaba en lo que entonces era el cuarto de estar de la casa de mis padres. Un día, mi madre lo quitó, a su manera, aprovechando que no estaba yo en casa, después ya me resultó difícil ponerlo entero en el suelo, como una maqueta de escala 0, donde viajan los indios y vaqueros de goma que tenía, lo coches de juguete, en fin todo lo que se me ocurría iba en aquel tren.
Hoy en día conseguir una locomotora como la que se muestra en la
fotografía es uno de mis objetivos como coleccionista de
juguetes de hojalata, en su especial faceta de trenes de la
marca PAYA, RICO, MANAMO, ELECTROTREN y otras españolas, ya que
no me interesan las piezas extranjeras. La máquina de la
ilustración corresponde a la reedición certificada que hizo la
casa PAYA, en torno al año 1991.
Se puede observar la finura de su fabricación, realismo y
belleza. En puridad no era una Santa Fe como las que tenía
entonces en su parque motor la extinta RENFE, puesto que estas
últimas locomotoras eran rodaje 1-5-1 y la máquina de PAYÁ es
1-3-1, pero su sabor ferroviario y español es indudable.
La locomotora se encuentra sobre el paso a nivel, mecanizado,
que la fábrica ibense ofrecía, como complemento, en su catálogo.
El precio actual de esta reproducción, dado su buen estado de
conservación ronda los 1.000,00 euros,
precio que los coleccionistas norteamericanos han pagado
gustosos por la pieza de la fotografía, a su propietario. Como
decía, busco para mi colección, una lo más parecida posible,
pero no a tan prohibitivo precio. El problema de las
colecciones, en cualquiera que sea la materia o faceta, es su
precio que en la mayoría de las ocasiones no se corresponde con
el valor real del artículo en
cuestión. Pero para gustos hay colores.
Coches de viajeros tuve tres acompañando a tan principesca
locomotora, eran de diferentes colores: azul, marrón y verde,
con las ruedas de color rojo, todo de chapa (jamás me corté con
ella), de brillante litografía que rodaban por las vías aquellas
de metal con miles de chispazos, traqueteo constante y con una
magia sin límites; al menos, para mi ojos infantiles. Las
fotografías que se acompañan de estos coches de viajeros son, al
igual que la locomotora, reproducción de la
marca PAYA, fabricados en Ibi, no en la China, lo que se nota en
la pureza de litografía y en las ruedas que están reproducidas
igual que las de los años cincuenta o sesenta.
El enganche es muy peculiar y asimétrico, es similar al que
usaba MARKLIN, no el llamado tipo europeo, más sencillo. Ni que
decir tiene que aprender a enganchar estos coches era una tarea
no al alcance de cualquiera, pero me
apañaba como fuera, pero el caso es que mi tren funcionaba y me
entretenía hasta que me decía alguien que ya estaba bien. El
problema era el transformador, el cual funcionaba a 125 v. y se
calentaba muchísimo, pero nadie
me dijo que no lo enchufase ni lo pusiese en marcha. Hoy en día
no pasaría el control de seguridad de la Unión Europea y no sé
cuántos organismos internacionales. Otra época, otros niños,
otros juegos. Pero, ¿cómo no jugar con una maravilla como el
vagón cisterna de PAYA de la siguiente ilustración?, repito:
¿cómo no? Los detalles de este vagón de hojalata son tan reales
casi como el original que reproduce a escala. Es otra
reproducción, no muy antigüa, de la fábrica PAYA, puesto que de
los fabricados hace más de cuarenta años no ha llegado a
nuestros días ninguna pieza en buen estado, sobre todo porque
las ruedas de los bojies se fabricaban en un material llamado
“zamat” que con el tiempo se quebraba con facilidad por culpa de
la humedad, fundamentalmente.
La calidad de este vagón está fuera de toda duda y su precio en
el mercado de segunda mano, aunque esté usado, alcanza precios
en torno a los 200 a 300 euros, lo que no está nada mal
tratándose de un juguete como este lejos de las filigranas
actuales de los trenes fabricados en la China, en plástico y con
todo lujo de detalles y tan delicados que hay que extremar el
cuidado en su manejo. Las ruedas son de acero y los enganches
tipo Marklin, como ya se ha dicho al respecto del coche de
pasajeros.
En la actualidad, cuento en mi colección con un vagón cisterna,
en color plata,
con la inscripción de CAMPSA, fabricado por la otrora rival de
PAYA, me refiero a RICO, S.A., que paralelamente a la poderosa
PAYA HERMANOS, S.A. mantuvo una línea muy interesante de
juguetes de hojalata, entre los que no podían faltar los trenes,
tanto de cuerda por resorte como los eléctricos. Puede
observarse que el modelo cuenta con bojies tipo pennsilvania, lo
que en su época fue una revolución. Es un vagón del que existe
una relativa disponibilidad de piezas en buen estado y a precios
en torno a los 100 euros o menos.
Este vehículo, dentro de mi colección ocupa un lugar de privilegio formando pareja con un vagón cisterna de PAYA, con el logode SHELL, no planteando problemas en su rodaje y enganche al compartir elementos normalizados propios de las escala 0. Debe tenerse en cuenta que ningún aficionado a coleccionar trenes en miniatura dirá nunca que tiene una pieza repetida, el encanto de formal trenes puros (homogéneos), es decir, de un mis tipo ya sean de mercancías o de viajeros, es lo suficientemente irresistible como para estar siempre dispuesto a acrecentar la colección.
La afición a los trenes en miniatura en los inicios, como ya he dicho, nace en torno al tren de escala 0, construido en hojalata litografiada. Ese era el universo de mi afición, pero una vez que desapareció de mi vida el tren más fantástico que jamás he tenido, pasaron unos dos años hasta que volví a tener un tren eléctrico que reclamaba con machacona e infantil insistencia.
Ese año, creo que fue el de 1961, escribí la tradicional carta a
los Reyes Magos. Carta que, como ocurrió varios años de mi
niñez, fui con mi familia a entregarla a sus Majestades de
Oriente en el edificio de Galerías Preciados, que se
instalaban en la calle Madrid. Las colas eran tremendas y el
tiempo se hacia muy largo. Mientras, contemplábamos todos los
niños los juguetes que inundaban aquellos escaparates. No dejaba
de mirar el TAF de Payá que tenían expuesto, tanto en estuches
como un sencillo óvalo para llamar la atención de los clientes,
ese tren me fascinaba. Fascinaba a todo el mundo, esa es la
verdad, pero yo no sabía que su precio era muy alto y
prohibitivo para la
economía familiar. El caso es que “me pedí” el TAF, pese a que
en la carta no lo mencioné, sólo puse, como casi siempre, que
quería un tren eléctrico. Al volver a casa le dije a mi padre,
que era el experto, que yo quería el TAF. Insistí durante todas
las navidades.
El día 6 de enero, ya de madrugada oía desde la cama el rodar
del tren en la maqueta que me había construido mi padre un mes
antes, en la que cooperé como pude. Las vías se instalaron esa
madrugada. Era un sencillo óvalo pero con sus casitas, árboles,
coches…. y la estación que se parecía a las que yo veía cuando
hacía algún viaje en el tren “de verdad”. Lo oía, pero mi madre
no
me dejaba levantarme. Fue amanecer y salir disparado al comedor,
lugar en el que estaba instalada, sin lavarme ni vestirme y casi
descalzo, con un frío que pelaba que aquella casa no tenía
calefacción central y se notaba. El caso es que allí estaba un
tren mágico que daba vueltas esperándome. Me gustó mucho, ¡ya lo
creo!, pero no era el TAF. Tuve que poner cara de desilusión
porque mi padre también torció el gesto; ahora, al cabo de
muchos años le comprendo,
seguro que le costó un dinero que no sobraba en casa y, por si
fuera poco, no se había acostado en toda la noche terminando de
montar todo.
Se trataba de un tren de viajeros, de la marca Payá Hermanos,
con una locomotora 1404, de vapor, conocida entre los
aficionados como la fiera verde, muy parecida a la de la
ilustración, diferenciándose en que la mía venía con el que
sería el estándar europeo de los enganches para trenes H0. Se
completaba con tres coches muy sencillos, en hojalata, de color
azul y rojo los de viajeros y verde el furgón postal, todo ello
con un transformado de PAYÁ/Ray (RAY, es acrónimo de Raimundo,
uno de los hijos del dueño de la fábrica que creó un
departamento de investigación, diseño y desarrollo de los
modelos de la marca); junto al material ferroviario se incluía
en su estuche un cuento que llegué a saberlo de memoria, se
titulaba “El tren relámpago” o “Relámpago” no lo recuerdo bien.
Además, como no podía ser de otro modo estando mi padre por
medio, se completaba con dos puentes metálicos de la marca JYESA.
Lo curioso es que el tren de PAYÁ era en escala H0, aunque hubo
una versión en la escala S, el mío era H0, con vías de metal con
toma de contacto por puntitos en el centro, similares a la
popular vía M de Marklin y los puentes tenían vías para trenes
de corriente continua, es decir: dos carriles. Por esa razón
nunca pasó tren alguno por los puentes mientras estuvieron en mi
poder. Los conservé unos diez años, hasta que mi sobrino mayor
tuvo un tren alimentado por pila de petaca, de la marca Jyesa,
precisamente, al que le vino de perlas que se los regalará.
Fue el último tren que me regalaron mis padres. Jugué y jugué durante años con este tren, al que siempre veía algo pequeño para mi gusto, hasta que un buen día la máquina dejó de funcionar, unos tres o cuatro años después. Lo llevé, con mi hermano mayor, a reparar a la famosa “Casa Reyna” de Madrid, tienda de la que había salido en su estuche años antes, donde lo recogí días después con una “pega”. Según los de la tienda ya no podía andar marcha atrás, era imposible arreglarlo, por no sé que tecnicismo (aunque hoy en día sí que lo conozco el por qué) que a nosotros nos sonó a chino. Después de eso y ya con la maqueta desmontada, mi afición languideció, otras metas y gustos propios de la edad hizo que, transitoriamente, cayeran en el olvido mi afición “a jugar con trenes”. En aquellos años, pasados los 13 años ya no se veía bien que te entretuvieras todavía con juguetes y menos con eso: “trenes de juguete” que es como los llamaba todo el mundo. Sólo que…. corría por mis venas mi amor por el mundo del ferrocarril, donde quedó latente durante más de 20 años.
La maqueta en escala H0
A principio de los años ochenta del pasado siglo, a mi hijo
mayor que le gustaban mucho los trenecitos que tenía de madera,
las Navidades de 1982, le regalaron un tren eléctrico, escala
H0, de la casa Lima, compuesto por una locomotora 1600, que no
era otra cosa que un repintado con los colores RENFE de un
modelo australiano que tenía dicha firma italiana en su
catálogo. Venía acompañado de tres magníficos coches: furgón
postal, coche de viajeros y coche camas de la extinta Cía. Wagon
Lits&Cook y de un estupendo lavadero semiautomático, todo ello
con un desvío y vías para el lavadero.
Hice lo mismo que años antes mi padre, una maqueta para que ese
tren fuese algo más. Esa maqueta, la primera que construir tenía
las medidas: 180x100 cms., constaba de estación “Villa Iris” que
aún se conserva, pueblo, vías urbanas, túnel y los accesorios de
los automatismos más elementales. Con ella nació la afición de
mi hijo a los trenes de la escala H0, que es su favorita, y
renació la mía, iniciándose una nueva etapa en la que el
coleccionismo de piezas de esta escala popular, corriente
continúa no ha dejado de crecer. Bien por la adquisición de
nuevos estuches, bien por la compra de piezas sueltas o
composiciones como la del TALGO III, el caso es que hasta el día
de hoy
su progresión ha sido constante, agotando todo el espacio
disponible en
mi casa, en la de mi hijo que creció pero no abandonó su
afición, muy al
contrario, y la de otra que tenemos en el campo.
El espacio disponible se lleno de trenes: en cajas, estantes,
expositores y
armarios. Abriéndose un nuevocapítulo, que no es otro que la
construcción de una maqueta estática en forma de “L” que en la
actualidad, por iniciativa de mi hijo, estamos construyendo en
el domicilio de mi hijo, cuyo trabajo empezado en el 2010, no
sabemos cuando acabará. No hay prisas...... el juego es
inagotable.
La fotografía superior, corresponde a la prueba de vía que
realizamos el pasado mes de enero. La importancia de la
construcción de madera, empleado listones de madera de pino de
2,5x2,5 cms., para la infraestructura y tablero de aglomerado de
1 cm., de grosor para la superpie, va acompañado, en primer
lugar de la colocación del circuito de vías para comprobar que
es adecuado y
que los radios de curva dibujados en plano son practicables en
la realidad.
Los radios muy cerrados no son fáciles para las locomotoras y
vehículo que tienen una longitud en torno a 20 cms., o mayor;
siendo peor aún para aquellas locomotoras con tender, sistema de
bielas complejo o de gran diámetro, como ocurre con la 1-6-0 de
Rivarossi, que nos hizo cambiar el radio de dos curvas, uno el
que se ve, incompleto en la fotografía el otro, se muestra en la
siguiente,
donde un batíburrillo de material da idea de que pese a disponer
de cuatro metros cuadrados de superficie siempre, siempre falta
espacio. La construcción de una maqueta, aparte del material que
se necesita para construirla requiere una preparación minuciosa,
por lo que las pruebas de material rodante, funcionamiento de
los desvíos y el material eléctrico resultan fundamentales.
La fotografía de arriba nos muestra el cruce, en pruebas, de dos
composiciones, al paso por la Estación, la cual ya tiene la base
de lo que será el andén principal, aquí se estaba comprobado el
espacio entre vías, que fue satisfactorio, pero que deja en
evidencia a la tercera vía de paso cuya alineación es deficiente
y que fue corregida días después. Por esta razón son importantes
las pruebas
antes de poner corcho, balasto, decoración, que si no se han
corregido los fallos harán un suplicio la explotación de todo el
conjunto.
Evidentemente, la afición no está reñida con la técnica, de ahí
que llegados a este punto, en que la infraestructura está
realizada y es viable, tanto mi hijo como yo, nos hemos
planteado una duda que me temo que asalta hoy en día a muchos
modelistas: ¿Sistema analógico o digital? Duda impensable en la
época de los trenes de hojalata de mi infancia, pero que es
real. Entre el material con el que contamos hay de lo uno y de
lo otro. Hemos realizado pruebas en digital y han sido
satisfactorias, aunque al principio nos costó dar con el punto
de explotación. En pruebas, se han controlado dos trenes en
digital, pues ese es el número de locomotoras con este sistema
con el que contamos y dos trenes más en analógicos a los que se
hacia para en zonas acantonadas por el sistema clásico, lo que
hace pensar que el futuro es el tren digital por su sencillez de
uso.
Pese a todo, la duda persiste, máxime si tenemos en cuenta que
las nuevas tecnologías en este campo vaticinan, para dentro de
un par de años como mucho, la implantación masiva de un nuevo
concepto del tren digital, una evolución que me hace pensar que
el camino correcto es este sistema y no el analógico. Me refiero
a la posibilidad de controlar tanto trenes como mecanismos desde
el teléfono móvil, lo que simplificará el uso actual a través de
centralitas. ¿Qué hacer? Es un dilema, mientras y como la fase
de construcción del decorado esta en sus inicios, vamos a
meditarlo.
Una parte importante y la que más nos gusta, es el depósito de
material y la
playa de vías a la altura de la estación que está en el nivel
principal. La
maqueta tendrá tres niveles: uno, en el nivel inferior que
servirá para el
estacionamiento de las composiciones y otro que aún no se ha
iniciado su
construcción, que estará por encima del principal, con el objeto
de construir un
ramal industrial en una plataforma que dará lugar a la
realización de un túnel
que oculte la curva de mayor radio, tal como se puede ver en las
ilustraciones que siguen; en la primera, (página anterior), se
ve como una “valenciana” avanzar con su tren hacia la gran curva
exterior que se pretende oculta con una plataforma elevada,
decorada como montaña, provista del correspondiente túnel, como
se decía.
En la fotografía siguiente, ya está en plena curva muy próxima a
la pared. Este es un punto conflictivo y que tenemos que cuidar
mucho al levantar el decorado ya que resultará de difícil
acceso, por eso se ha rectificado el trazado tan próximo al
borde, a fin de que haya holgura en las circulaciones y en el
mantenimiento que inevitablemente habrá que hacer a la maqueta
en todas sus zonas.
Volviendo al principio, la afición a este mundo mágico del modalismo ferroviario, al tren en suma, es una fuente inagotable de esparcimiento, en el que pasa el tiempo volando. Algunas de las piezas han sido modificadas por quien esto dice y sobre todo, reparadas cuando ha sido oportuno.
Siempre en aras de una integración con el resto del material
Aunque no siempre es posible, como ocurre con el material de
tipo inglés con el que contamos y que me gusta mucho por la
belleza de líneas y su buena construcción.
Un buen maquetero no es solamente el que construye maquetas, ya
sean de aviones, barcos, trenes, edificios, vehículos de todo
tipo, si no el que respetando unos determinados cánones, aprecia
la belleza de cualesquiera pieza de su gusto, sin importarle
demasiado la “administración ferroviaria”, en nuestro caso, a
que pertenece. La maqueta en construcción es de ambiente RENFE,
con material de todas la épocas, --evitaremos que rueden a la
vez piezas dispares, en lo posible--, pero ya sea por compra
directa o por regalos, a cualquiera de nosotros, contamos con
material de marcas como: FLEISCHMANN, ROCO, BACHMANN, HONRBY,
PIKO, JOUEF, RIVAROSSI, LIMA, MEHANO, ATHEAN, LILIPUT, K-TRAIN,
MABAR, IBERTREN, (en sus dos épocas), y
ELECTROTREN, en cuanto al material rodante; esto quiere decir
que aparte de material tipo RENFE, el mayoritario, también hay
trenes (locomotoras, vagones, coches de viajeros, trenes
indeformables) que representa a los que hay en países como
Inglaterra, Alemania, Austria, Italia, Bélgica, Suiza, e incluso
EE.UU. La afición no tiene fronteras ¿o sí? Como muestra, se
acompañan
algunas fotografías de tan diverso material.
La ilustración superior recoge, en la futura estación de contenedores, una locomotora inglesa de vapor, fabricada por Bachmann, con rodaje 2-3-0, que no desentona con el resto. A su izquierda está estacionada una locomotora suiza, de ROCO. Esta máquina es una fiel candidata a descarrilar por desvío mal nivelados, curvas cerradas y, en general, allí donde la calidad de la vía se resiente; todo ello se debe a que tiene ruedas “fine scale” con una finísima pestaña que combinado con el bielaje nos hace apreciarla por su buen rodar y finura de detalles pero, también, porque por donde pasa esta máquina, pasa cualesquiera otro material.
La fotografía superior, muestra a la misma locomotora, junto a
una Ahlstom, seguida de la 1801, es decir: una inglesa, otra
francesa y, por último una americana, fabricadas, las dos
últimas, por Electrotrén y Lima, respectivamente. Con ello
quiero demostrar que aficionarse al tren es como a la música, la
poesía, la literatura, la pintura o a cualquier otra cosa, lo
importante es el género, luego viene el estilo, después la
calidad de la composición, finalizando con las piezas
preferidas. La fotografía que sigue nos muestra una locomotora
de vapor, rodaje 0-3-0, fabricada por JOUEF, que una vez
retocada de pintura es igual a otras de idéntico rodaje que
existieron en el antiguo ferrocarril BFS, de
Barcelona la frontera y en otras compañías españolas, pasando
posteriormente a RENFE. Una simbiosis perfecta que nos da horas
de placer viendo rodar a los trenes por la maqueta. En este caso
coexiste material de FLEISCHMANN (coches que forman el tren con
la locomotora de vapor), ELECTROTREN (portacoches azul y vagón
J400000), IBERTREN (vagón bordes bajos) y K- RAINS, (vagón
J300000 de color naranja, de Vías y Obras).
La siguiente fotografía muestra el fondo de tablero en construcción, junto con el “tren gasolinero”, compuesto en su totalidad por vagones cisternas fabricados
por IBERTREN a finales de los años ochenta, con la
“valenciana”, al frente. Locomotora del fabricante austriaco
ROCO que pasa por la playa de vías
en la que destacan los vagones portacontenedores de ELECTROTREN,
un
vagón J400000 con la publicidad de “Tío Pepe” y un vagón
frigorífico de la firma Liliput.
Puede comprobarse que no desentona nada, pese a la procedencia heterogénea del material ferroviario y estar representadas cinco firmas diferentes en tan poco espacio.
Para terminar, la fotografía siguiente (abajo) nos muestra la coexistencia de material tanto el antigüo como el más moderno.
Me refiero a dos locomotoras de IBERTREN, en su primera
época: la entrañable
“Cuco”, rodaje 0-2-0 fabricada por Coulliet para el Central de
Aragón, el modelo ha sido remotorizado y modernizado en “mis
talleres de gran intervención” y la locomotora Alhstom 276 de
ELECTROTREN.
Amabas locomotoras están en la misma vía y orden de marcha,
puesto que hace unos instantes la pequeña “Cuco” ha remolcado
hasta el depósito a la
poderosa locomotora eléctrica, todo en un genuino ambiente
ferroviario de la
época dorada de RENFE.
En nuestra afición cabe todo, dada su variedad. Tenemos la
faceta del modelista
puro, que es aquel que se construye sus piezas bien en latón o
plástico o una combinación de estos dos materiales. Montando
intrincados mecanismos y conjuntos motor y transmisión, con
ruedas de precisión, enganches automáticos, luces…, un sin fin
de detalles que está reservados a expertos. Juntos a estos están
los “maqueteros”, aquellos que construyen lo que es la maqueta
en sí: infraestructura, instalación eléctrica, paisaje, vías,
decorados; si confluye en la misma persona ambas vertientes,
entonces hay que quitarse el sombrero, pero no suele ser así. Lo
normal es que compremos el material ya
montado o, si se tiene herramientas y maña, en forma de “kit”
para montar y pintar en casa. Se adquiere tanto el material
rodante como el estático, montándolo todo poco a poco, hasta que
vemos rodar el primer tren en nuestra maqueta ya decorada. Lo
mismo no hay maqueta, por lo que sea, y el material se destina a
la exhibición en vitrinas o estanterías, algo que me ha pasado y
pasa porque no todo el material es susceptible de circular en
una maqueta.
En realidad, me parece, de lo que se trata de es de vivir una
pasión: la ferroviaria, de acuerdo con nuestras posibilidades
económicas, físicas y dentro de nuestros gustos e inclinaciones.
Nada más, sin molestar a nadie y con el placer de saber que
dentro de una escala reducida estamos asistiendo a la magia de
los ferrocarriles, de los trenes, de sus instalaciones, del
mundo que lo rodea y de lo que ha representando en la historia
del mundo, no sólo desde el punto de vista económico o
industrial, también es evidente su influencia social.
Madrid, abril de 2011.
Tomàs Guirado
E-Mail: fernando@fernandomunoz.com
Los paraisos perdidos pueden ser paraisos porque estan perdidos.Escribo esta web durante las interminables horas que paso esperando a que haga efecto el "paracetamol" que tomo para que mi artrosis deje de molestarme y asì despuès poder dedicarme a mi pintura y a mi maqueta de trenes.
TOMAS GUIRADO